jueves, 30 de agosto de 2007

¡Hola! Bueno, traigo un nuevo relato que creo que es el más grande que he escrito (refiriéndome sólo a los relatos, claro) y que espero que les guste, sobretodo a tí Lauri, que eres mi lectora incondicional xD.
Ahí se los dejo.


Luces y sombras

Ella se escondía entre las sombras esperando su llegada, la llegada de aquel que irremediablemente la sacaría de allí. Estaba maniatada, amordazada y tenía los ojos vendados. Nada ni nadie, sólo Ella, tenía la culpa de haberse dejado a sí misma en aquel estado.
-A veces la maldad se destruye a sí misma.- Le habían dicho alguna vez.
Un ceñido vestido de cuero negro cubría su cuerpo suspendido en la nada. Todo allí era oscuridad, sombras y tinieblas, factores que formaban su entorno predilecto.
A pesar de su estado, sus labios se curvaban formando una extraña sonrisa bajo las mordazas. Ahora todo había cambiado, ya no era la niña asustada de la primera vez en que le había ocurrido aquello, y ahora tenía la certeza de que irremediablemente Él vendría a buscarla una vez más. Sin embargo, en esta ocasión sería diferente, no volvería a caer en su propia trampa y acabaría de una vez por todas con Él, ya que jamás volvería a necesitarle para salir de allí.
Él. Él era el único factor que se interponía entre ella y su mundo, un mundo que pronto podría manejar a su antojo y que no tardaría en destruir.
De algún modo inexplicable, Él y Ella estaban unidos por alguna fuerza extraña, algo que les impulsaba a convivir y complementarse, pero Ella cayó presa de su propia naturaleza y el equilibrio desapareció.
Podía notar su presencia, se estaba acercando lentamente y no tardaría mucho en ver un haz de luz irrumpiendo entre las sombras.
No se equivocaba. Apenas unos segundos más tarde un rayo de luz rompió la oscuridad absoluta de aquel lugar y se fue haciendo cada vez más y más intenso.
Él había llegado.
La magnífica figura del ángel apareció como una visión ante sus ojos. Allí estaba, vestido de blanco, tan puro y maravilloso como siempre, con su dos enormes alas blancas y brillantes y con aquella sonrisa que jamás se borraba de sus labios.
Ninguno de los dos pronunció palabra alguna. Él se acercó a Ella lentamente e intentando hacerle el menor daño posible desató las cuerdas que la ataban y le quitó las mordazas. La liberó una vez más como su naturaleza y su corazón le exigían.
Por un momento sus miradas se fundieron en una sola. Por una parte, la tentación del mal, por la otra, el encanto del bien… Cuando Ella consiguió liberarse de aquella mirada hechizante una sonrisa malévola curvó sus labios.
Lentamente, acercó su mano derecha hacia uno de los bolsillos de su vestido, y sacó de él una daga cuyo reflejo eliminó las sombras que aún vagaban a su alrededor. Con un movimiento rápido y certero, clavo la daga en el corazón de Él, del ángel que una vez más había venido en su ayuda, y con el que tiempos atrás había conseguido tantas cosas, el mismo ángel que ahora era su único obstáculo y su peor enemigo.
Varias gotas rojas resbalaron como lágrimas de diamantes de la mancha de sangre que empezaba a cubrir su atuendo blanco e impoluto y que se hacía cada vez más y más grande. Un dolor insoportable le oprimió el pecho con fuerza y Él no pudo reprimir un grito, que aún siendo un grito, no dejó de ser dulce y melodioso.
Ella no pudo reprimir una malvada y triunfal carcajada que resonó entre la luz que se hacía cada vez más y más tenue, haciendo que las tinieblas volvieran de nuevo a cubrir aquel lugar.
Pero paró de reír cuando un dolor punzante también atacó a su corazón, oprimiéndole igualmente el pecho. Paralizada y asustada, inclinó ligeramente la cabeza y observó como de su vestido comenzaban a brotar varios chorros de un líquido rojo que conocía demasiado bien. Sintiéndose impotente por primera vez en su vida, le miró, miro al ángel cuyo rostro estaba a escasos metros del suyo y cuyas facciones demostraban el dolor que estaba sufriendo, pero aún así aquella encantadora sonrisa sequía allí, sin borrarse de su rostro.
- Has intentado acabar conmigo sin darte cuenta de que te hacías daño a ti misma. Siempre has sabido que formo parte de ti igual que tú de mí, antes lo aceptabas, ¿por qué cambiaste? ¿Por qué quisiste desprenderte de ese vínculo tan fuerte que nos unía a ambos?
Lágrimas incontroladas comenzaron a brotar de los ojos de Ella, volviendo a sentir lo que había intentado enterrar en su corazón durante tantos años, entendiendo de una vez por todas, como lo hacía antes, que era imposible vivir si Él no vivía con ella.
-No existe ni existirá nunca el mal si no existe el bien. No hay ni habrá nunca luz sin oscuridad. No podré vivir si tú no vives conmigo. Jamás.
Entonces, ambos se fundieron en un profundo beso, un beso que llevaban anhelando en secreto durante tantos años. Un beso que fortalecía el vínculo que les unía y que podría ser su salvación.

Quién sabe si aquel beso frío y cálido a la vez, dulce e intenso, blanco y negro… simplemente maravilloso, pudo salvarles ahora que morían juntos, por culpa de no saber aceptar el destino e intentar cambiar lo que, irremediablemente, un día les unió para siempre.


Espero que les haya gustado.

¡Un saludo y que hayan tenido un buen verano!