El violinista del cuarto andén
Bredriek. Bredriek es su nombre, tan sonoro como lo es la fuente que sacia sus ganas de vivir desde hace tantos años.
No tuvo una infancia perfecta… ni ya nadie puede afirmar que la tuviera. Cuando apenas era un niño, la crueldad del destino se llevó a sus padres y le dejó como único responsable de sí mismo y de su hermano pequeño, al que pronto le diagnosticarían una enfermedad incurable.
Aunque se hospedó en muchas casas, nunca tuvo un hogar. Jamás leyó un cuento o jugó con alguien que no fuera su hermano. Jamás tuvo nada.
Nada, excepto sus sueños. Se alimentaba de ellos para poder cubrir sus tristezas, se servía de la ilusión para creer que algún día dejaría de vivir en la miseria y podría ayudar a su hermano a luchar contra su enfermedad, soñaba con otros lugares, con otros tiempos, con otros mundos… soñaba con la música.
La música y sus músicos. Esa era su mayor fascinación, la mayor de sus esperanzas; llegar a ser violinista y tocar donde todos, sin excepción alguna, pudieran oírle.
La misma fuerza que le arrebató a su familia le entregó al mejor amigo que pudo encontrar. Acudía todas las tardes a escuchar a su violinista favorito, al único que vio en persona, un hombre anciano que tocaba en una de las calles principales de Moscú con su viejo violín y que absorbía toda su atención lejos de estar pendiente de los otros maravillosos espectáculos callejeros.
Al anciano le sorprendió tal admiración por parte de aquel chico, y quiso introducirle en el mundo de la música. Cada tarde le enseñaba cosas nuevas que Bredriek no tardaba en aprender. Las personas que paseaban con prisa se detenían a ver aquella espontánea clase de violín que tanto parecía impresionarle al niño.
Progresaba muy rápido, pero igual de rápido empeoraba su hermano y envejecía su anciano profesor.
Pasados los meses, fue como cualquier tarde a recibir sus clases, pero en vez de encontrar al anciano encontró un estuche con una carta encima. No hizo falta abrirla para deducir que había ocurrido. En la carta, el anciano maestro le agradecía haberle brindado tan amable compañía en sus últimos días y le entregaba, como su más preciado regalo, su viejo violín acompañado de sus partituras favoritas.
A partir de aquel momento, Bredriek siguió aprendiendo por sus propios métodos y durante un lago periodo de tiempo ocupó el lugar que antes había ocupado su maestro en aquella calle de Moscú. Con el dinero que conseguía compraba comida y alguna prenda de ropa. Reservaba parte de lo que ganaba para algún día poder tener un lugar en el que dormir que no fuera la calle.
No pensó cuánto de importante fueron sus ahorros para su futuro, pues varios años más tarde encontró un piso de apenas unas decenas de metros cuadrados que podía comprar. Por supuesto, no era gran cosa, pero era suficiente para no pasar frío y no empaparse durante las noches de lluvia y tormenta.
Consiguió pequeños trabajos a lo largo de su vida, pero nunca ninguno le duró más de unos meses, pues siempre aparecía algún otro que se hacía llamar violinista y que tenía en su bolsillo más dinero del que Bredriek jamás podría llegar a tener.
Ahora, en la actualidad, es un pobre violinista que toca sus más bellas obras en el cuarto andén de la estación de trenes de Moscú. Era juzgado injustamente cada día por su miserable indumentaria, sólo unos pocos podían apreciar las hermosas melodías que salían de aquel viejo violín y contenían más historias y sentimientos de lo que cualquier persona pudiera llegar a expresar.
Su hermano vive aún con él, en el mismo piso que compraron hace ya más de medio siglo y con la misma enfermedad que le había sorprendido en su infancia y que provocaba que a veces no se acordara ni de su propio hermano.
Cierto, aún son pobres, aún no viven en las mejores condiciones, aún no son aceptados por todos… pero no están solos.
Lo único que puede hacernos despreciar nuestra vida es la soledad, el no sentirnos queridos, el no tener por quien alegrarse y quien se alegre de ti…
Bredriek era muy rico en ese aspecto, y así fue como se convirtió, junto a su amada música y a su querido hermano, en el hombre más feliz con el que jamás pudo llegar a soñar. ¡Hola! Vuelvo después de una semana para colgar algo nuevo que he acabado hace cinco minutos ^^. Puede que no sea lo más bonito sobre lo que hablar, pero para mí ha sido como describir una triste realidad disfrazada en modo de cuento y añadiéndole mi toque personal; mi música y mi violín.
Laura... si pensabas que te iba a dedicar esta entrada, estás en lo cierto, pues si no me hubieras dicho que ya era hora de que colgara algo, ayer-noche no me hubiera puesto a pensar en nuevas historias (consideré la idea de relatarte como me pediste, pero pienso que esto otro es mucho más interesante de imaginar y de leer que algo relacionado contigo xD).
Cómo no, me gustaría dedicarselo también a todos los que algun día soñaron con ser algo o alguien, a los que todavía lo sueñan, a todos aquellos que no tienen el lujo de poseer los medios para poder llegar a leer este blog.
Para mí, para tí, y para todos ellos, Bredriek ha sido creado.
¡Un beso!
*Cazadora de estrellas*